Nabokov II ...Carrie

[Juan Velasco]

Mister galáctico:

Se le agradece una vez más tanta consideración para con los foreros con estos datos under. Qué bestia, cuánto potencial en Carrie. La mezcla juventud-pasión-espontaneidad lo deja a uno marcando ocupado. O, en mi caso, pensando en Nabokov y las razones por las que escribió Lolita.

Y es que no pude dejar de pensar en la sensación de encontrar a una chica joven pero con aire de ser aún más joven. Tipo adolescente de lascivia desarrollada y químicamente pura. Cuando la vi sentada frente al lugar de encuentro, temí estar infringiendo algún tipo de ley. Recordé también al profe de la primera historia de “Radio Corazón”. Y me sentí un poco extraño, atemorizado. No era ella, que se mostró simpática y acogedora desde el inicio. Era yo, la plaza atestada de gentes, y la memoria de Lolita y tantas circunstancias trasgresoras.

Pero la conversación se inició y desarrolló como entre dos adultos con buena predisposición. Lo que siguió, ídem. Es más, debo decir que pese a su corto trajín, C sabe a lo que va y se entrega en ese viaje con una predisposición elocuente. Casi de turista avezado. En el juego de cuerpos observa, acude, se emociona. Y cómo. Pierdes la noción de en qué momento se trastocan los papeles y nadie sabe quién “visita” a quién. Los roles se acabaron y parece una historia de amantes que están a punto de caramelo. Uno más maduro y la otra, una lolita. Así, en minúscula.

La novela y Nabokov volvieron de nuevo a partir de los gemidos de C. Eran agudos, casi infanto-juveniles. Otra vez me sentí extraño. ¿Habrán sido así las experiencias del protagonista de la novela o del propio Nabokov? ¿Era ese un punto en común, misterioso y auditivo? ¿Cómo diferenciar el gozo del placer con el dolor? Pensé que preguntando. “Dale, me gusta que me des así” fue todo lo que obtuve como respuesta. Y como el cuerpo que estaba estocando te comunicaba que sí, que lo que su boca decía era cierto, pues ni modo, a seguir con esta versión remozada de Lolita se había dicho.

Cumplí con mi parte del juego. Carrie también. Era un juego curioso porque se completó en dos tandas extremadamente sudadas de las que nos libramos con un par de duchas necesarias y reparadoras. En seco, después de todo el cansancio posterior al encuentro, contemplo su figura y me doy cuenta que solo le falta el jumper y unos cuantos cuadernos para completar el cuadro de colegiala. En eso me encuentro con una tirita tejida que cubre algunas de las hebras de su cabello. Como si se tratara de una manija que abre su cortinaje rubio y lacio. Y también su corazón. Se lo digo. Ella se ríe con unos dientes imprecisos. Camino a casa, no puedo dejar de pensar en Nabokov y en lo bueno, en lo realmente bueno que es encontrar a chicas así.

Estratosféricos agradecimientos de mi parte,

J