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FER

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Mensajes publicados por FER

  1. No tengo el gusto de conocer a Emperor, ni en persona, ni en conversaciones en el foro. Sin embargo, debo confesar que lo que ha escrito me ha gustado y hasta diría que me ha emocionado. Primero, porque estoy convencido que detrás de esa decisión ha habido una dura batalla entre la cabeza y el corazón, la que, sin duda, no ha sido fácil. Y, en segundo lugar, porque me ha hecho reflexionar sobre la importancia (la valentía) de pararse en la vida para establecer prioridades, reinventarse, buscar otras motivaciones y fijar nuevos objetivos. Felicitaciones y que la vida te trate como te mereces, vale decir, extraordinariamente bien.

  2. Hace unos días celebré mi cumpleaños y, como suele ser habitual, lo hice junto a un viejo amigo de tragos y carretes varios. A través del foro contacté con Debora, una mujer sobre la que leí muy buenos comentarios y con la que tuve la oportunidad de conversar en el chat en varias ocasiones, lo que me llevó a la conclusión de que era simpática, divertida y, lo más importante, una caliente dispuesta a todo.

    Pese a la propuesta de Debora de que hiciéramos un trío con mi amigo, le pedí que se encargara de contactar a otra mina, no fuera que mi amigo, llevado por el fragor de la batalla, confundiera peras con manzanas y yo terminara con el esfínter roto. Aclarado el tema con ella, me propuso a la Rafaelita y yo acepté.

    Debora no conocía a la flaca y manejable Rafaelita, así que esa cita a ciegas permitiría que ambas se conocieran y a mi saciar la curiosidad de comparar, al menos visualmente, a esas dos mujeres que tenía en la lista de objetivos.

    Terminado el almuerzo cumpleañero me dirigí con mi amigo al punto de encuentro en el que me citó Debora. La reconocí de inmediato. Labios gruesos y sensuales, pelo largo y rubio y dos notables prominencias por debajo del abrigo que llevaba puesto. Tras las presentaciones, nos encaminamos al departamento de Rafaelita. “¿Llevan condones?”, preguntó de pronto Debora. “¡¡Chuta, no¡¡, le respondí. “Se supone que el material de trabajo lo paga, pero no lo lleva, el que contrata el servicio…”, le dije, aunque estaba seguro que en nuestro destino estaría la solución, como así fue.

    Al llegar al edificio, Debora se identificó, tomamos el ascensor y llamé a la puerta del Dpto. Al otro lado Rafaelita, menuda, delgada, sonriente y, sobre todo, rica, muy rica. Tras facilitarnos condones y toallas (ya resolvió ese tema que recuerdo que en un principio se le criticó), nos asignó una pieza y ella se metió en la otra con mi amigo, quién me miró con un gesto de total aprobación ante lo que se iba a comer de postre. Ducha de rigor y a la fanea…

    Debora sabe que una de sus cualidades se encuentra en sus labios. Unos labios caroñosos, húmedos y juguetones, capaces de parar el pico a un muerto y enloquecer a un vivo caliente, como yo, que preferí dejarme llevar por ella para evaluar sus destrezas, sin necesidad de convertirme en instructor suyo. No era preciso. Mientras me besaba, se fue sacando la ropa, retiró la toalla que me cubría y llevó sus labios a la parte más prominente de mi cuerpo que, en ese momento, ya no era la nariz. Mientras aplicaba un mamón preciso, profundo y acompasado, observé sus pechugas, realmente hermosas, erectas y recién mejoradas…, así que con un ligero movimiento se subió, lo enfundó dentro de ella e inició un acompasado movimiento de caderas, que fue creciendo en intensidad y fuerza, mientras yo acariciaba esas sensibles (quizá en exceso) bubis. Cambio de posición: yo arrodillado mirando a la pared y ella a la almohada. Se nota que el 'doggi style' es lo que más le gusta y calienta, aunque yo prefiero la clásica postura de colocarme encima y que la mina soporte mi peso y mis embestidas, mientras yo la beso como polola de colegio. Ese fue el momento en el que tomé el control de lo que iba a pasar y terminó sucediendo apenas minutos antes de que se cumpliera la hora estipulada.

    Mi amigo ya estaba vestido esperándome y conversaba con Rafaelita, que sólo llevaba puesta su ropa interior: sostén y colalés negro. Se veía armoniosa, curvilínea y durita, así que no pude evitar abrazarla, tomándola por la espalda y estrechándola contra mi pecho. En ese momento sentí cómo su poto rozaba el castigado miembro que Debora acababa de dejar rendido. De pronto, la corneta se paró nuevamente, así que decidí que debía despedir a mi amigo y a Debora, y vivir una experiencia con Rafaelita que, como dije antes, era otro de mis objetivos, a pesar de que Lolo Mosco me había desalentado por culpa de un jardinero que relató. Sin embargo, yo la tenía delante, sin celular (se le quedó en un taxi) y, por tanto, sin posibilidad de que otro hombre se interpusiera en mis propósitos.

    Nueva ducha y a la guerra. Cuando se sacó el sostén observé sus pechos chicos como toda ella, con ese aspecto infantil y como en fase de desarrollo, pero que se dejan acariciar y que encajan a la perfección en la palma de las manos. Rafaelita, de cara sonriente, y aspecto juvenil e ingenuo, se nota que le gusta y que lo disfruta, no sólo cuando se lo mete en la boca y lo chupa con destreza -pese a no tener los jugosos labios de Debora-, sino también cuando le acaricias su conchita y uno la nota humedecerse. Bien lubricada, te mata cuando sientes la estrechez de su vagina y la cadencia de unos movimientos de menos a más, que me hicieron explotar sin control alguno, a pesar de que unos minutos antes hubiera apostado todo lo contrario.

    Gracias Oscuro por tu preocupación por localizarme, cuando supiste de la pérdida del celular de la Rafaela. Sin tu ayuda, habría sido imposible narrar esta doble experiencia cumpleañera. No hago tablita, porque ya me he extendido en exceso, pero ambas –Debora y Rafaelita- superan con creces un promedio de seis. Jueguen no más. La relación calidad/precio es inmejorable.

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