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Magdalena (Relax)


jaimillo

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Hace rato que andaba detrás de Magdalena. La llamé un par de veces, para conversar y ver qué onda se producía en el diálogo. Me dio la impresión de una mujer interesante, refinada y madura. La razón de mis vacilaciones era únicamente el factor precio: $ 100.000, lo cual va contra todo lo que he predicado en estas materias, atendida la tremenda oferta, variedad y calidad, por mejores precios. Pero sé que mis hermanos estocadores me comprenderán cuando les digo que hay un factor que uno simplemente no maneja y que es casi imposible de explicar. A uno se le mete una mina entre ceja y ceja y no supera el tema hasta que no aplica. Así que finalmente me decidí y partí.

Lugar, un discreto Edificio de Departamentos, en San Sebastián, entre Presidente Riesco e Isidora Goyenechea.

Cuando llegué me abrió la puerta una mujer bonita, pelo liso, castaño, sonrisa exquisita, 1.70, minifalda, botas, vestida como universitaria. Nos saludamos y pasamos a su habitación. Conversamos, me ofreció un pisco sour, me dijo que estudiaba periodismo y tuvimos una rica plática.

Me duché, nos recostamos y comenzamos a tocarnos. Aquí vino la primera cosa extraña. Tan pronto la abracé y empecé a besarla, la actitud de su rostro cambió. Se puso tensa y se le notaba que estaba haciendo un tremendo esfuerzo por concentrarse en no se qué o quién. Primera vez que me pasa. Los besos fueron muy discretos y egoistas y sólo al principio. Después simplemente no me besó más, cerró los ojos y giró su rostro hacia un costado.

Decidí, entonces, ante tan poco entusiasmo, aplicarle sexo oral. Ella se mostró receptiva al principio, pero al cabo de unos minutos comenzó a escabullirse. Era como si no quisiera que la hicieran sentirse excitada. Se notaba incómoda, aunque trataba de disimularlo.

Entonces me puso un condón y comenzó, ella, a hacerme un mamón, que fue lo más fome que me ha tocado. Opté por un 69, pero nuevamente volví a sentirla incómoda, ya que seguía intentando escabullirse.

Frente a esto, ella resolvió ponerse en posición doggy, de manera que comencé a penetrarla lentamente y luego a imprimirle más ritmo al asunto. La verdad es que, siendo muy buena la perspectiva que se me ofrecía, el hecho que los preámbulos hubiesen sido fomes me frustró esta parte.

Comenzamos, entonces, a cambiar posiciones. Arriba, abajo, arriba, de espaldas y de frente, abajo con piernas al lado y arriba, etcétera. Intenté de todo. Pero a medida que pasaba el tiempo más me iba apagando, porque notaba que no lo disfrutaba, aunque ella, muy dama y buena onda, a ratos atinaba a decir alguna cosa seductora. Lo cierto es que noté que estaba con una mina que no disfrutaba el cuento y, peor aún, que era una cosa mecánica, pero además lenta y deslucida.

Más adelante ella comenzó a mirar la hora y ahí me terminé frustrando definitivamente. Al final no pude acabar y me queda claro que ella tampoco.

Después, en la ducha, pude darme cuenta de dos cosas. Primero, que me había puesto un condón infantil -por decirlo de alguna manera- porque me costó mucho sacármelo y la verdad es que me tenía estrangulado al pobre niño. Lo segundo, es que Magdalena andaba con la regla, lo cual me dejó atónito, pues yo había estado de los más embelezado con su vaginita (que dicho sea de paso, era pequeñita y estrecha, como a mí me gustan). Ahí se me vino abajo la impresión inicial que me había formado, de que estaba con una dama.

No me da el ánimo para hacer tablita, pero además no tengo claro si Magdalena debería irse a la lista del mandinga o simplemente yo tuve muy mala suerte. Ella es simpática, linda, rica, tiene unas gomas naturales exquisitas (de tamaño 86 aproximadamente) y te dan ganas de todo con ella. Eso hasta que empiezas a intimar. Ahí se transforma y cambia su actitud.

Si alguien ha estado con ella sería bueno que reportara, porque temo equivocarme.

En cualquier caso, después de haber estado con diosas, como la Camila Bellota, que lo disfrutan y se nota que lo hacen, esta fue una muy penosa experiencia.

Tendría que ser el Boris Quercia para reincidir con ella.

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